Liam: No fui la valiente…(Capítulo IV)
El móvil vibró y rompió el silencio como un disparo.
Era Érika.
Contestó sin pensar. Necesitaba oír una voz que no fuera de ese mundo helado… o más bien, necesitaba sentir algo dentro de ese shock.
—¿Estás bien, amor? ¿Qué ha pasado?
—No lo sé. Esto parece una simulación, una película de terror. No me esperaba llegar y encontrar más preguntas…
Yo solo quería venir, saber la verdad e irme. No volver a este infierno.
—¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer?
—Tengo que quedarme. Preguntar a más gente. Sé que no se quedó dormida y ya.
Algo ha estado pasando. Y si me voy otra vez, me lo voy a reprochar siempre.
Sé que te dije que serían dos días, pero…
—Lo sé. Busca respuestas. No vuelvas si no puedes. Yo estaré aquí, cuidando de lo nuestro.
Créeme, todo esto acabará pronto.
Sus palabras eran refugio para Liam. Eran hogar. Eran calor, incluso en la distancia.
Pero estaba tan asustado que no sentía verdad. No sentía que esto fuera a ser tan breve como ella decía…
De camino al estanco, se cruzó con una vecina que conocía bien a la familia. Lo paró con delicadeza y le dio el pésame.
—Aquel día en el médico ya estaba muy mal —le dijo—. Estaba sola.
En la sala de espera, tan pálida, tan angustiada… tapada hasta el cuello, como si el frío le naciera de dentro.
Me dijo que iba a por una medicación, pero tenía la mirada tan perdida…
—Creo que no supieron ayudarla.
Liam volvió a casa como un toro herido. Subió directo a la habitación “perfecta” de Julia.
Esa habitación pulcra, intacta, decorada para una muerte cómoda.
La desmontó entera. Armario, cajones, estanterías. No sabía ni qué buscaba.
Pero la rabia le ardía en las manos.
Hasta que, al levantar el colchón, lo vio.
Un viejo cuaderno de cuero, desgastado por las esquinas. Un diario.
Exasperado, se sentó en el suelo, con el corazón disparado.
Las primeras páginas eran dibujos sin forma y frases tachadas con furia.
Pasó algunas más, y empezó a ver algo repetido, escrito con distintos trazos, distintos estados de ánimo:
NO EXIT
NO EXIT
NO EXIT
Luego, entre todo ese caos, una página nítida.
Lúcida. Fría. Letal.
Sé que fue mi culpa por caer en la espiral.
Sé que no os gusta cómo soy.
De hecho, a mí tampoco.Encontraría la salida de una forma fácil, pero nunca fui la valiente.
Así que iré hacia la luz de forma lenta.
Liam sintió que el cuerpo se le partía en dos.
Era como estar ahí con ella, en ese momento exacto.
En esa habitación. En esa oscuridad. En ese miedo que escribía por ella.
¿Por qué sufría tanto? ¿Cuál era la espiral?
¿Cómo su “perfecta” hermana había acabado suplicando silencio entre líneas?
Le caían las lágrimas, calientes, sin consuelo.
Porque ahora lo entendía todo.
Y no podía hacer nada.
Solo sentarse en esa misma cárcel donde, lentamente, Julia dejó de luchar.
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